Los olvidados

Ni siquiera tú sabes quién eres. El invierno ha desvestido tus bellos pensamientos. La nieve ha erosionado tu memoria hasta dejarte sin recuerdos. Apenas sientes tus brazos, casi inertes. Te encantaría moverte, pero no puedes. Tus pies están hundidos en el suelo, no te dejan avanzar. El sol se refleja en tu cara, te ciega. No puedes observar con claridad el mundo que te rodea. La gente va deprisa, de aquí para allá y nunca te dedica ni una triste mirada. Pareces invisible ante los ojos de los transeúntes siempre tan ocupados, tan obsesionados con su propia existencia. Tu belleza pasa desapercibida entre la contaminación, el calor del asfalto y el ruido de las sirenas.

Sin embargo, hay algo dentro de ti que quiere gritar, demostrar la importancia de tu supervivencia. Quieres dejar atrás toda aquella fragilidad, todos los pensamientos fúnebres que te encadenan. Quieres respirar más fuerte que nunca. Quieres que tu cuerpo eche a volar, y rozar el cielo azul con tus yemas puntiagudas.

Recuperas toda la fuerza que creías perdida. Inspiras, expiras, inspiras, el aire te hace recordar. Vuelves a ser consciente de toda tu capacidad, de tu grandeza. El oxígeno corre por tu piel arrugada. Te concentras... Las flores empiezan a anidar cada centímetro de tu esbelta figura. Todo el mundo te sonríe al pasar. Los niños te rodean, quieren jugar. Las hojas verdes brotan por toda la acera. Los pájaros se posan en tus fuertes ramas, pían y pían saludando al nuevo día. Nunca debiste perder la esperanza. Lo has conseguido una vez más.

Ha llegado la primavera.